Conectar con nuestro niño interior es un ejercicio y una práctica saludable para nuestro adulto actual, solo que a veces puede no ser tan fácil hacer su voz audible y dejar que aparezca y estemos atentos a lo que tenga por decirnos.
Recuerdo que para mi cumpleaños número 34 quise precisamente hacerlo tan audible como me fuera posible y que quienes me acompañaran ese día se dieran esta misma oportunidad y sin volver los años atrás, sintiéramos cada uno a su manera esta conexión bonita, auténtica y sobretodo alegre que es tener a tu niño interior cerca de ti.
Te comparto algunas fotos de esta experiencia; particularmente estuve muy feliz, desde tener dulces por doquier, colores, mirellas, peinados, sorpresas, bailes, golosas, globos, regalos, piñata y sentirme entre amigos fue una de las experiencias mas bonitas.
No se trata de sentirte niño, se trata de dejar que el adulto acepte que hay situaciones, actividades, roles, juegos y maneras que aún disfruta y no es que te hayan dejado de gustar o interesar, es que algún día nos dijeron que ya no éramos niños, que debíamos “madurar” y actuar como adultos, actuar, eso probablemente hacemos, todos los días. ¿Te ha sucedido que quieres bailar de cierta manera, hacer morisquetas, o simplemente hacer algo?, pero te detienes, te abstienes y solo te lo permites algunas veces en soledad, cuando nadie ve, cuando nadie está ahí para ser espectador de tu niño interior.
He querido hacer un ejercicio consciente del momento que marcó un antes y un después pero también se que no aporta mucho a mi vida ese dato, más importa que hoy me permito ser dulce, ingenua, mimada, irreverente, auténtica y sobretodo alegre, alegre a mi manera, porque todos tenemos una, la pregunta es: ¿que tan fiel es tu versión adulta a tu esencia de niño? La mía para nada lo era, me tomé el trabajo de crecer rápido, recuerdo tener esta necesidad urgente por crecer, por desarrollarme, por entrar en un mundo donde me tomaran en serio y darme cuenta que es cuando menos en serio te toman porque estamos llenos de máscaras, de corazas impuestas y otras elegidas hechas bajo el gran titulo de: “Protección”, de ahí que tengamos tantas cosas por sanar, por conciliar, por equilibrar e integrar con ese niño al que sin mas, cualquier día le dijimos: ¡Basta! ¡Hasta hoy! ¡No más! Y entiendo que lo que queríamos bloquear en su momento era el dolor, la decepción, la traición, la desilusión, pero no se si coincidas conmigo en que fue un precio muy alto.
Hoy todavía me pasa, de hecho hace poco estaba en la casa de un chico que me gustaba, me vio bailando, jugando con las baldosas en el piso (¿recuerdan como las líneas eran lava de fuego hirviendo?) mientras bailaba, y sus ojos de desaprobación y sorpresa lo llevaron a decir: ¿Estás bien? ¡Claro que estoy bien! Cada vez mas segura que mientras sea mas yo y menos lo que el otro espera tanto de mi como de mi comportamiento estaré mas cerca de mí, de mi esencia, de mi sabiduría interna y de mi intuición.
Mi invitación: Sé tú; si no lo recuerdas, vuelve a tus años de niño, recuerda que te gustaba, que disfrutabas, que querías ser, cuales eran tus intereses, tu comportamiento, que leías, cómo te vestías y así hasta que se te dibuje una sonrisa y recuerdes lo que se sentía ser tú. Date el permiso de ir trayendo de a poco ciertas cosas al momento presente; no se trata de volver a ser niños y dejar de ser adultos, se trata de ser un adulto al que su niño le da guiño guiño, feliz de ver quienes somos hoy.
¿Qué dice tu niño interior?
Autora:
Juliana Berrio